hacer lo que me hace sentir bien
lo que al hacerlo, siento que brillo, que existo, que estoy disponible, que me encuentro en el lugar que corresponde y que los demás lo notan.
Hoy a lo largo del día ¿cuánto tiempo he dedicado a esto?
Tener la confianza de ser bueno en algo y que los demás lo sepan y me busquen para que lo muestre. Y descubrirlo en los chicos que tenemos a nuestros cargo, en casa, en los proyectos educativos… mirarles y ver más allá. Dar la posibilidad de que ocurra, que puedan reconocerse en lo que son, en las cualidades y talentos que han ido elaborando a lo largo de su corta o larga vida.
Estas posibilidades las facilitamos nosotros en los chicos cuando nos reconocemos en las nuestras.
Brillar, permitir que se brille y poder construir desde ahí. Incluso al buscar consecuencias creativas para los “actos poco oportunos”. Esas consecuencias estarán a favor del éxito, no tanto del fracaso y el sufrimiento.
A los chicos les gusta vernos y sentirnos satisfechos en nuestra tarea como educadores, viéndonos brillar sea como sea, cuando les hablamos, cuando te toca el turno de cocina y hacemos un plato especial, enfadados porque perdió tu equipo o sosteniendo un momento de agresividad donde se necesitaba simplemente estar, mirar… creer.