mira cada vez que te encuentres con el chico para quien trabajas, con el hijo cada mañana aunque te vayas y esté dormido. Mira cada vez que estés con ellos, en la actividad educativa, cuando te lo cruces por el pasillo, cuando comas a su lado, delante de él.
Al mirar te reconocerás y le descubrirás con lo que es, con lo que ambos somos.
No siempre podemos sostener la mirada y en la mirada está nuestra honestidad y la capacidad para equivocarnos. Y reconocer que así tuvo que ser.
Quizá ellos no te miren, quizá no puedan, no sepan. Como educadores, como padres descubramos qué es lo que impide mirarnos y después enseñemos a mirar.
Y enseñar es mirar, no dejar de mirar, sea lo que sea.
Os invito a acoger con la mirada, cuando ellos llegan, uno a uno, con palabras o sin ellas pero estar en su llegada a la actividad, a casa. Y al final del día, cuando se van a su casa o entran en la tuya, mirar para sentir como ha ido todo. Con palabras o sin ellas pero mirar, tan sólo mirar, aunque sea eso tan sólo una mirada.
autor: Santiago González Mayor